

1. Zama. Rui Poças
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2. Lazzaro felice. Hélène Louvart
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3. Quién te cantará. Eduard Grau
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4. Burning. Kyung-Pyo Hong
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5. Good Time. Sean Price Williams
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6. Cold War. Lukasz Zal
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7. The House That Jack Built. Manuel Alberto Claro
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8. Roma. Alfonso Cuarón
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9. Rojo. Pedro Sotero
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10. Leto. Vladislav Opelyants
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Pasolini era un visionario porque decÃa la verdad, y cuando vas por ahà diciendo la verdad, tu obra vive para siempre. Abel Ferrara
“Uccellacci e uccellini”. 1966
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Yama no oto (La voz de la montaña). Mikio Naruse.1954
“Extraño proceso el modo como la fantasÃa, semejante a una fiebre cuyos gérmenes provienen de muy lejos, se apodera de nuestra vida, anidando en ella cada vez más profunda e incandescentemente. Al fin sólo la imaginación se nos antoja real y lo cotidiano un sueño en el que nos movemos con desgana, como un actor que ha equivocado su papel. Entonces es llegado el momento en que el creciente hastÃo llama en su ayuda a la razón y le impone la tarea de buscar una salida.
Esta fue la razón por la cul la palabreja “huir” empezó a adquirir para mà un sonido especial, pues apenas se podÃa hablar de un peligro concreto que hubiera justificado su ejemplo…, prescindiendo quizá de las quejas del profesorado, que se ocupaba de mà como un sonámbulo. Quejas que en las últimas semanas se acumulaban amenazadoras.
“Berger, está usted dormido. Berger, usted sueña. Berger, atienda”, era la eterna cantinela. También mis padres, que vivÃan en el campo, habÃan recibido algunas de las conocidas cartas cuyo desagradable contenido comenzaba con las palabras: “Su hijo Herbert…”
Sin embargo, estas quejas eran menos la causa que la consecuencia de mi decisión. O, mejor dicho, estaban con ella en esa relación de dependencia mutua que suele acelerar los movimientos sobre una pendiente. Desde hacÃa meses vivÃa yo en un estado de secreta agitación, difÃcil de ocultar en tales ambientes. HabÃa decidido ya no prestar atención alguna a las clases. En vez de ello me abstraÃa leyendo descripciones de viajes africanos, cuyas hojas pasaba debajo del pupitre. Cuando se me preguntaba algo tenÃa que superar todos aquellos desiertos y mares antes de dar señales de vida”.
Ernst Jünger. 1936
“Aquà se aprende muy poco, falta personal docente y nosotros, los muchachos del Instituto Benajamenta, jamás llegaremos a nada, es decir que el dÃa de mañana seremos gente muy modesta y subordinada. La enseñanza que nos imparten consiste básicamente en inculcarnos paciencia y obediencia, dos cualidades que prometen escaso o ningún éxito. Éxitos interiores, eso sÃ. Pero ¿qué ventaja se obtiene de ellos? ¿A quién dan de comer las conquistar interiores? A mà me encantarÃa ser rico, pasear en berlina y malgastar dinero. Una vez comenté esto con mi condiscÃpulo Kraus, pero él se limitó a encongerse de hombros despectivamente, sin concederme una sola palabra. Kraus tiene principios, va bien sujeto a su silla, montado sobre la satisfacción, y es éste un rocÃn al que los amantes del galope prefieren no subirse. Desde que estoy aquÃ, en el Instituto Benjamenta, he conseguido volverme un enigma para mà mismo. También yo me he visto contagiado por un extraño sentimiento de satisfacción, desconocido hasta ahora. Soy bastante obediente; no tanto como Kraus, que es un maestro en ejecutar celosamentey al instante cualquier tipo de órdenes. Hay un punto en el que nosotros, los alumnos (Kraus, Schacht, Schilinski, Fuchs, Peter el Largirucho, yo, etc.), nos parecemos todos: el de nuestra pobreza y dependencia absolutas. Somos humildes, humildes hasta la indignación total.”
Robert Walser. 1909