@dhzan

Juegos africanos

“Extraño proceso el modo como la fantasía, semejante a una fiebre cuyos gérmenes provienen de muy lejos, se apodera de nuestra vida, anidando en ella cada vez más profunda e incandescentemente. Al fin sólo la imaginación se nos antoja real y lo cotidiano un sueño en el que nos movemos con desgana, como un actor que ha equivocado su papel. Entonces es llegado el momento en que el creciente hastío llama en su ayuda a la razón y le impone la tarea de buscar una salida.

Esta fue la razón por la cul la palabreja “huir” empezó a adquirir para mí un sonido especial, pues apenas se podía hablar de un peligro concreto que hubiera justificado su ejemplo…, prescindiendo quizá de las quejas del profesorado, que se ocupaba de mí como un sonámbulo. Quejas que en las últimas semanas se acumulaban amenazadoras.

“Berger, está usted dormido. Berger, usted sueña. Berger, atienda”, era la eterna cantinela. También mis padres, que vivían en el campo, habían recibido algunas de las conocidas cartas cuyo desagradable contenido comenzaba con las palabras: “Su hijo Herbert…”

Sin embargo, estas quejas eran menos la causa que la consecuencia de mi decisión. O, mejor dicho, estaban con ella en esa relación de dependencia mutua que suele acelerar los movimientos sobre una pendiente. Desde hacía meses vivía yo en un estado de secreta agitación, difícil de ocultar en tales ambientes. Había decidido ya no prestar atención alguna a las clases. En vez de ello me abstraía leyendo descripciones de viajes africanos, cuyas hojas pasaba debajo del pupitre. Cuando se me preguntaba algo tenía que superar todos aquellos desiertos y mares antes de dar señales de vida”.

 

Ernst Jünger. 1936