Michelangelo Antonioni
Lo sguardo di Michelangelo. 2004
Lo sguardo di Michelangelo. 2004
I’ve been out walking
I don’t do too much talking
These days, these days
These days I seem to think a lot
About the things that I forgot to do
And all the times I had the chance to.
I’ve stopped my rambling
I don’t do too much gambling
These days, these days
These days I seem to think about
How all the changes came about my ways
And I wonder if I’d see another highway
I had a lover
I don’t think I’ll risk another
These days, these days
And if I seem to be afraid
To live the life that I have made in song
It’s just that I’ve been losing so long
I’ve stopped my dreaming
I won’t do too much scheming
These days, these days
These days I sit on corner stones
And count the time in quarter tones to ten
Please don’t confront me with my failures
I had not forgotten them
Sin orden ni concierto. Algunas de las películas vistas durante 2013 que me han impactado, interesado, inquietado o fascinado.
First cousin once removed. Alan Berliner
Caníbal. Manuel Martín Cuenca
Branka. Mikel Zatarain
Before Midnight. Richard Linklater
Más allá de las colinas. Cristian Mungiu
Invisible. Víctor Iriarte
The wind rises. Hayao Miyazaki
Paradise: Love. Ulrich Seidl
El modelo. Germán Scelso
Leviathan. Lucien Castaing-Taylor, Verena Paravel
Anna Karenina. Joe Wright
Weekend. Andrew Haigh
Sin orden ni concierto. Algunas de las películas vistas durante 2013 que me han impactado, interesado, inquietado o fascinado.
A touch of sin. Jia Zhang-ke
The Dubai in me. Christian von Borries
L’Image manquante. Rithy Panh
La herida. Fernando Franco
A world not ours. Mahdi Fleifel
Handful of dust. Hope Tucker
La vie d’Adéle. Abdelatif Kechiche
Norte, The End of history. Lav Diaz
Il villaggio di cartone. Ermanno Olmi
Dime quién era Sanchicorrota. Jorge Tur Moltó
Paradise: Faith. Ulrich Seidl
Vers Madrid. Sylvain George
Mud. Jeff Nichols
Free Angela and all political prisoners. Shola Lynch
In the fog. Sergei Loznitsa
In another country. Hong Sang-soo
Django Unchained. Quentin Tarantino
INVERSIÓN DEL TEMOR A SER TOCADO
Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido. Desea saber quién es el que le agarra; le quiere reconocer o, al menos, poder clasificar. El hombre elude siempre el contacto con lo extraño. De noche o a oscuras, el terror ante un contacto inesperado puede llegar a convertirse en pánico. Ni siquiera la ropa ofrece suficiente seguridad: qué fácil es desgarrarla, qué fácil penetrar hasta la carne desnuda, tersa e indefensa del agredido. Todas las distancias que el hombre ha creado a su alrededor han surgido de este temor a ser tocado. Uno se encierra en casas a las que nadie debe entrar y sólo dentro de ellas se siente medianamente seguro. El miedo al ladrón se configura no sólo como un temor a la rapiña sino también como un temor a ser tocado por algún repentino e inesperado ataque procedente de las tinieblas. La mano, convertida en garra, vuelve a utilizarse siempre como símbolo de tal miedo. Mucho de ello ha pasado a formar parte del doble sentido de la palabra «agarrar». Tanto el contacto más inofensivo como el ataque más peligroso están ambos contenidos en ella, y siempre hay cierta influencia de lo último en lo primero. El sustantivo «agresión»se ha reducido, sin embargo, sólo al sentido peyorativo del término. Esta aversión al contacto no nos abandona tampoco cuando nos mezclamos entre la gente. La manera de movernos en la calle, entre muchos hombres, en restaurantes, en ferrocarriles y autobuses, está dictada por este temor. Incluso cuando nos encontramos muy cerca unos de otros, cuando podemos contemplar a los demás y estudiarlos detenidamente, evitamos en lo posible entrar en contacto con ellos. Si actuamos de otra manera sólo es porque alguien nos ha caído en gracia y entonces el acercamiento parte de nosotros mismos.
La rapidez con que nos disculpamos cuando entramos involuntariamente en contacto con alguien, la ansiedad con que se esperan esas disculpas, la reacción violenta y, a menudo incluso cuando no hay contacto, la antipatía y el odio que se sienten por el«malhechor», aunque no haya modo de estar seguro de que lo sea, todo este nudo de reacciones psíquicas en torno al ser tocado por lo extraño, en su extrema inestabilidad e irritabilidad, demuestra que se trata de algo muy profundo que nos mantiene en guardia y nos hace susceptibles de un proceso que jamás abandona al hombre una vez que ha establecido los límites de su persona. Incluso el sueño, que nos vuelve mucho más inermes, es demasiado fácil de turbar por esta clase de temor. Sólo inmerso en la masa puede el hombre redimirse de este temor al contacto. Se trata de la única situación en la que este temor se convierte en su contrario. Es esta densa masa la que se necesita para ello, cuando un cuerpo se estrecha contra otro cuerpo, densa también en su constitución anímica, es decir, cuando no se presta atención a quién es el que le «estrecha» a uno. Así, una vez que uno se ha abandonado a la masa no teme su contacto. En este caso ideal todos son iguales entre sí. Ninguna diferencia cuenta, ni siquiera la de los sexos. Quien quiera que sea el que se oprime contra uno, se le encuentra idéntico a uno mismo. Se le percibe de la misma manera en que uno se percibe a sí mismo. De pronto, todo acontece como dentro de un cuerpo.
Acaso sea ésta una de las razones por las que la masa procura estrecharse tan densamente: quiere desembarazarse lo más perfectamente posible del temor al contacto de los individuos. Cuanto mayor es la vehemencia con que se estrechan los hombres unos contra otros, tanto mayor es la certeza con que advierten que no se tienen miedo entre sí. Esta inversión del temor a ser tocado forma parte de la masa. El alivio que se propaga dentro de ella (y que será tratado en otro contexto) alcanza una proporción notoriamente elevada en su densidad máxima.
Una persona frente a la inmesidad de la nieve, de una montaña o el mar o una cascada. Un grupo de esquiadores que se deslizan por esa inmesidad blanca. La luz del norte que cambia y transforma la percepción.
Exposición de Lois Patiño (vídeo) y Carla Andrade (fotografía) en el Centro Cultural de Noáin (Navarra) sobre el paisaje estructurada alderedor de cuatro conceptos (Abstración y Distancia; Contemplación e Instante) en sus diferentes interacciones con el sujeto.
Paisajes, luz y brumas del norte que establecen una relación desnuda y directa con el espacio, el tiempo. En definitiva con nuestra propia esencia, posicionamiento, percepción y sentimiento.
Espacio/paisaje como mímesis, distorsión y fusión; también asombro y extrañamiento ante la naturaleza y la figura humana.
Para muchos navarros la Ribera es un espacio humano y geográfico cargado de tópicos, prejuicios y deformaciones que han conseguido caricaturizar esta zona en contraposición a otras zonas de Navarra. Es una mirada ajena como la de Jorge Tur Moltó la que nos la re-descubre y dignifica de nuevo en su documental “Dime quién era Sanchicorrota”. Conocer la leyenda del bandolero Sanchicorrota le sirve de pretexto, como si fuera un “MacGuffin” en una película de Hitchcock, para mostrar, explorar, conocer, desvelar y desmontar un imaginario colectivo muy poderoso en un ejercicio de antropología pop que encanta a los espectadores y puede verse desde muchas claves diferentes.