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Entrevista a Paul B. Preciado

Paul B. Preciado: “Qué te llamen por el nombre que has decidido es un acto poético y político extrarodinario”

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Convertido en máximo referente de las teorías queer y después de reflexionar desde la filosofía con textos como Manifiesto contrasexual (2002) o Un apartamento en Urano (2019) Paul B. Preciado (Burgos, 1970) se adentra en la representación audiovisual de las personas trans a través una versión del Orlando de Virginia Woolf que es al mismo tiempo una particular biografía política del autor unida a lo colectivo y un cambio de paradigma total en la representación que históricamente ha hecho la industria audiovisual de las personas trans. Estrenada en la sección Encounters de la pasada Berlinale, -donde recibió cuatro premios-, Orlando, mi biografía política, se ha presentado en Zabaltegi-Tabakalera del Zinemaldi como anticipo a su estreno en los cines el próximo día 11 de octubre.

 ¿Qué valoración hace de la representación histórica de las personas trans en el audiovisual?

La representación trans se ha hecho desde una mirada binaria muy normativa. En esa representación ha habido dos registros fundamentales. Uno, un registro patologizante, de película de horror en el que la persona trans aparece como si fuera un asesino y al final de la película tiene que ser asesinado igualmente. El epítome de esa genealogía visual es Psicosis, de Hitchcock. Esa tradición en la línea de Psicosis es larguísima y llega hasta ahora mismo. El otro registro es el del porno exótico, en el que la persona trans tiene que aparecer en algún momento desnuda y hacer de ese momento una revelación de la anatomía. En muchas películas aparece el momento de la operación filmado como una especie de porno gore. Se ha representado como un momento terrorífico, como si fuera una especie de castración o mutilación. Los registros de representación de lo trans han sido históricamente patologizantes. Eso continúa ahora incluso con películas que tenemos en el Festival, tal vez de una manera más azucarada.

Orlando rompe con esa formulación visual anterior para representar a las personas trans. ¿Desde donde ha partido y qué referentes audiovisuales ha tenido?

 Al principio no sabía que película iba a hacer pero sí sabía qué película no quería hacer. Sabía que no quería filmar el proceso de opresión sino que quería filmar el proceso de emancipación política, que para mí es totalmente distinto. En ese sentido tenía muchos referentes que me ayudaron también a imaginar, a pensar y hacer otras imágenes, a inventar otro lenguaje visual tanto trans como no trans. He tenido dos referencias, tal vez distantes. Un referente, que llamaría del cine filosófico, que sería Godard con Historie(s) du Cinema, Masculine féminin o La Chinoise. Godard ha sido muy importante para mí porque muchas preguntas que me hacía desde un punto de vista formal, él ya las había resuelto pero, claro, desde una mirada muy masculina y binaria. Y aquí ya tendría otros referentes como Un chant d’amour, de Jean Genet, la adaptación que hace  Fassbinder de Querelle, incluso el primer corto de Almodóvar, que es una adaptación de Salomé de Oscar Wilde. Evidentemente también del cine de John Waters, Bruce LaBruce, Rosa von Praunheim y toda la cultura underground de la imagen que no tiene que ver con la representación de lo trans sino que trata de generar un lenguaje disidente que también está en el cine underground queer y en parte del cine underground trans como la película de Hans Scheirl Dandy Dust, una película totalmente punk que ha sido muy inspiradora para mí. En mi película la estética no es punk como tal porque está muy cuidada, pero de alguna manera quise hacer la película como un fanzine, un corta y pega. Está hecha en formato digital pero si la hubiera rodado en analógico la hubiera hecho igual. He tenido poquísimos medios, casi todo lo he hecho en casa, desde el vestuario hasta la escritura.

 ¿Cómo se puede integrar la representación trans en el mainstream? 

La cuestión no es tanto como integrar algo en el mainstream. El problema es que siempre imaginamos que el público es binario, heterosexual, masculino y normativo pero no es verdad. Nunca pensé en el público que vería Orlando pero siempre imaginé que sería “orlandesco”, que está mutando, que está haciéndose preguntas constantemente, que es un público inteligente. No me gustan los directores que dicen “esto no lo entiende el público” porque al final cada película construye un público y lo modifica. El público tiene una potencialidad en la mirada increíble. Cuando presenté la película en Berlín, en la sala había personas de todo tipo, de todos los ámbitos y al finalizar la película se miraban y se reconocían diciendo “estamos en esto juntos”. Eso es lo que quería generar, que se dieran cuenta de que estamos viviendo un momento “orlandesco” colectivamente, que estamos mutando juntos y quería invitar a cualquier persona a  que se una a ese proceso de transformación. Tras su paso por los cines se proyectará en abierto a las 8 h de la tarde en ARTE y no veo mayor complicación. Por ejemplo, a la proyección de ayer vinieron mis padres. Mi padre tiene 92 años, siempre me ha dicho “te aprecian mucho en el extranjero pero no entiendo lo que haces”. Ayer vino y me dijo: “lo he entendido todo. Qué mensaje das al mundo tan bonito. Me voy a morir y me muero contentísimo viendo que las cosas van para mejor”. Igual eso es la maravilla de hacer cine, que es una industria supervalorada y puedes llegar a otros colectivos.

En la película participan muchas personas que se presentan como diferentes “orlandos”. ¿Era fundamental esa representación colectiva?

 Me di cuenta que mi biografía no podría ser escrita sino como una biografía colectiva, que la historia de mi vida no tiene mayor importancia sino es dentro de esa historia colectiva. Surgió también cuando hice el casting para encontrar a los “orlandos”, aunque a algunos ya los conocía, como Jenny Bel’Air, una activista histórica en Francia, porque tenía claro que ciertas personas tenían que aparecer en la película. Lo maravilloso fue que se presentaron 100 personas y cada una decía “yo soy Orlando y te voy a explicar porqué”. Eso me maravilló y acabo confirmando cinematográficamente la idea inicial que teníamos de que fueran varias las personas que representaran a Orlando. Al empezar a trabajar juntos colectivamente tanto la persona de 8 años como la de 78 hablaban y decían: “tu vida depende de la mía y la mía de la tuya”. El propio rodaje fue un proceso muy enriquecedor.

Comentaba que antes de iniciar el proyecto de Orlando consideraba el cine como algo demasiado comercial alejado de la práctica artística. 

Comercial, normativo….No sólo desde la cuestión de la militancia, lo consideraba como un ámbito en el que no puedes desarrollar suficientemente tu creatividad artística porque estás sometido a los puntos de vista de productores, televisiones, etc. Cuando eres filósofo es muy importante que tengas un campo de experimentación lingüística lo más amplio posible. En el caso del cine he tenido que defender ese espacio de libertad. He tenido muy poco presupuesto pero también ha habido una relación proporcional entre poco presupuesto y mucha libertad artística. Eso el espectador lo tiene que percibir en la pantalla porque a veces mira una pantalla y no ve lo que hay detrás. Lo que hay detrás es una industria comercial y no es lo mismo ver una película que ha costado 100.000 euros que 10 millones. En el cine cada detalle cuenta, eso lo he cuidado mucho. Por ejemplo, la persona que ha hecho la dirección de fotografía, ha trabajado con artistas, es migrante, LGTBI, tiene una mirada muy especial. No hubiera podido trabajar con alguien que simplemente coge la cámara. Y es así en cada caso, el montador es palestino…He vivido todo este proceso como algo más filosófico y artístico que en otras películas que pueda haber en el festival que están hechas de otra manera.

Era muy importante para usted tener esa coherencia ética en todo el proceso de trabajo.

Sí, importantísimo. Han habido momentos de transformación para todo el mundo que ha participado, incluidas mis productoras, que al principio no entendían nada de lo que yo quería hacer. Quince días de iniciar el proceso de casting llegaban a los sitios decían a la gente “estamos haciendo una película no binaria”, y yo pensaba ¡como se han puesto las pilas estas mujeres!. Se han convertido en dos transfeministas increíbles. Es alucinante lo que este proyecto ha podido generar.

 También hay una crítica a la violencia institucional sobre las personas trans.

Imaginaros que estuviéramos atravesando un periodo como la Revolución Francesa y la gente no se diera cuenta. En parte, el hecho de vivir en una sociedad neoliberal como la nuestra, es que incluso la posibilidad de imaginar, la posibilidad de la esperanza, el cambio, la imaginación ya ha sido capturada. La gente vive en un estado de violencia y letargo constante. Lo que quería con la película es que la gente se diera cuenta de que el hecho de llevar un nombre, el nombre que tu quieres llevar y que la gente te llame por tu nombre, no está ya dado. Es un acto de reconocimiento y un cuidado político extraordinario. Es un acto poético que nadie te puede quitar, es un momento maravilloso. Qué cuando atravieses una frontera te digan: pase. Pero eso no está dado, sucede por una serie de convenciones y porque alguien te respete y te considere un sujeto político. Quería imaginar otro mundo colectivamente y decir a la gente que nuestra forma de vida está mejor porque se vive mejor en un mundo sin violencia que con violencia, redistribuyendo el poder que en una sociedad jerárquica; se vive mejor poéticamente que bajo la ley. No creo que nadie se pueda negar a eso.

Texto por Juan Arteaga Villar. Festival de San Sebastián 2023

*Entrevista publicada originalmente en la web El Contraplano el 28 de septiembre de 2023

Mi (muy parcial) Festival de San Sebastián 2018

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Este es un muy parcial comentario sobre la última edición del Festival de San Sebastián, puesto que apenas he podido ver un puñado de las películas proyectadas. La edición de este año se presentaba bajo el signo de una renovación estética que afectaba tanto a la imagen gráfica del Festival como a un nuevo diseño de la propia Concha de Oro, un cambio que busca dar una nueva identidad de marca al festival a nivel internacional que lo haga fácilmente reconocible dentro del complicado mundo del cine y de los festivales.

Y también llegaba bajo el signo del crecimiento. El Festival cada vez es más grande e inabarcable y como consecuencia se han vivido algunas distorsiones entre prensa y acreditados y la organización, que sigue siendo casi modélica y de un trato personal magnífico. En mi opinión, el festival haría mal en imitar y copiar lo peor de otros festivales como dividir a la prensa en castas de colores (como se hace en Cannes) con el consiguiente desprecio y maltrato a quien se gasta su dinero o el de su medio de comunicación en desplazarse y alojarse en la ciudad.

En cuanto a la progrmación, si durante años las fechas del evento eran un obstáculo de cara a conseguir películas y directores de renombre que lo acercara en la medida de lo posible a otros festivales de su misma categoría, el actual equipo directivo del festival ha sabido encontrar una fórmula que lo haga atractivo tanto para la industria internacional, prensa estatal e internacional, y al público, verdadero guardaespaldas de un evento que es vivido en la ciudad con verdadera pasión y entrega. Este festival de lo posible consiste en convertirlo en un certamen que resuma lo mejor del panorama cinematográfico mundial de cada año, de tal manera, que quien no pueda asistir a las grandes citas cinematográficas pueda comprobar en pocos días la evolución del panorama audiovisual a nivel internacional durante el último año. Las secciones Perlas y Zabaltegi son dos imanes programáticos que sirven para atraer al festival tanto al público como a la prensa especializada en una suerte de festival de preestrenos de lo que se verá en los cines comerciales durante el otoño. En esta edición se ha podido ver -fuera de unos pocos títulos como Lazzaro Felice, Suspiria, The favourite o Border- prácticamente lo más destacado de Cannes y Venecia y en menor número películas procedentes de Berlín o Locarno. En cierta manera Perlas y Zabaltegi, inéditas en otros festivales de nivel A, distorsionan el papel que la prensa especializada juega en el festival,  que debería centrarse en cubrir sobre todo la Sección Oficial como New Directors que son las apuestas propias del equipo de programación.

Otro aspecto a destacar es la apuesta decidida del actual equipo directivo por la inclusión dentro de la Sección Oficial de películas de género que han logrado que se perciba con más interés y expectación aunque la conexión Toronto-San Sebastián sigue evidenciando la debilidad del certamen donostiarra frente a Berlín, Cannes, Venecia e incluso Locarno a la hora de las primicias mundiales, que a fin de cuentas es lo que mueve a la prensa internacional. En cualquier caso, títulos como In Fabric (Peter Strickland) hubieran sido impensables verlas programadas en la sección principal del Festival no hace tantos años.

En relación al cine español hay que señalar que dos de las películas más esperadas, El Reino y Quién te cantará, se habían proyectado previamente en Toronto -un mercado más que un festival-, buscando una repercusión internacional de la que adolece muy seriamente el cine español, prácticamente ausente desde hace años de los grandes festivales internacionales de cine, y una difusión que al menos permita a estas películas liderar las taquillas del mercado español. Tanto El Reino como Quién te cantará son dos triunfos artísticos por parte de Rodrigo Sorogoyen y Carlos Vermut aunque la que finalmente se llevó el gato al agua fue Isaki Lakuesta con Entre dos aguas, que llegó al festival de forma silenciosa y discreta al ganar la segunda Concha de Oro en un jurado presidido por Alexander Payne.

Con una Sección Oficial compuesta por una amplia variedad de estilos, géneros y estéticas, la elección de Payne, que realiza un cine que bebe del realismo y el costumbrimo tamizado por un humor melácolico,  como presidente del jurado se ha revelado como no acertada al obviar totalmente en el palmarés a High Life, de Claire Denis, la que en mi opinión ha sido la película más destacada de las vistas en el festival y uno de los grandes títulos del año a nivel internacional.

Con 66 ediciones a sus espaldas es uno de los festivales históricos del mundo y el primer festival en el ámbito latinoamericano. A pesar de ostentar esta condición desde hace décadas sorprende que desde las instituciones estatales y latinoamericanas no se contribuya de manera más decidida a reforzar esta condición y dotarlo de un presupuesto mayor que le permita ser en un plazo de tiempo razonable la plataforma de lanzamiento indiscutible de los cines del estado español y latinoamericano aunque iniciativas como el cada vez más decisivo e influyente Foro de Coproducción Europa-América Latina tratan de consolidar esta condición así como reforzar el papel vital de la industria dentro del certamen.

Algunas de las películas que pude ver y que más me interesaron fueron:

HIGH LIFE. Claire Denis

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Con un formato  de ciencia ficción distópica, Claire Denis, realiza una incursión abstracta que retrata los miedos, ansiedades, angustias y peligros de nuestro tiempo  y de paso, nos proporciona una de las experiencias audiovisuales, sensoriales y orgánicas más radicales del año. Por una lado, Denis, subvierte la reglas del propio género que usa como medio expresivo alejándose por completo de la convenciones de la ciencia ficción marcada históricamente por el cine americano y bebe tanto estéticamente como temáticamente de otros referentes menos espectaculares como son la ciencia ficción europea, en concreto de los países del Este, en los años 70 del siglo pasado. Esta elección estética se evidencia en el look que predomina en la película donde la propia nave espacial semeja a un pobre sarcófago o los propios trajes de los astronautas, más austeros y similares a la estética espacial soviética.

Además, utiliza los cuerpos, el sexo y los fluidos como elementos expresivos para realizar un diagnóstico atroz de nuestra condición humana por medio de un grupo de ex convictos, encabezados por Robert Pattinson y Juliette Binoche, que son enviados como conejillos de indias a una misión espacial imposible. Por otro lado, la directora francesa sublima el propio género de la ciencia ficción al utilizar como referentes el cine de Tarkovski -Solaris y Stalker-, y al propio Kubrick de 2001, una odisea en el espacio. Sin duda una de las grandes películas del año por su ambición, originalidad

ROMA. Alfonso Cuarón

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Roma se plantea como un fresco al mismo tiempo íntimo e histórico con el trasfondo de la situación de México en los años 1970 y 1971. Pese a la enorme profundidad de campo que nos da la película rodada en 65 mm, Alfonso Cuarón no utiliza la épica para retratar sus memorias de infancia y opta por un punto de vista más distanciado ante lo que se muestra en pantalla. En cualquier caso, el espectador asiste a la película como si fuera un trozo de vida real que se desarrolla delante de sus ojos con una asombrosa naturalidad y fluidez siguiendo a Cleo, la criada de la familia de Cuarón en aquel tiempo, un personaje interpretado por la actriz no profesional Yalitza Aparicio, que dota a la película de verdad, dignidad y humanismo. Más allá de sus valores cinematográficos, la película producida por Netflix y úlitma ganadora del León de Oro en Venecia, plantea la paradoja de su forma de exhibición.

MANTA RAY. Phuttiphong Aroonpheng

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Avalada por el reciente premio a la mejor película de la sección Orizzonti de la última Mostra veneciana, Manta Ray está claramemente influenciada por el universo creativo del también tailandés Apichatpong Weerasetakhul. La principal novedad de la ópera prima de Phuttiphong Aroonpheng radica en el inserto de un sutil pero directo elemento de denuncia política como es la situación de los refugiados rohinhyá, la perseguida minoría éntica y cultural de Myanmar, en medio de una formulación cinematográfica tan misteriosa y “fantasmática” como acostumbra el cine tailandés. Lo que logra su director es una potente película críptica y ambivalente, entre el murmullo sonoro y el barroquismo audiovisual, donde convergen lo íntimo y personal con lo antropológico y político.

QUIÉN TE CANTARÁ. Carlos Vermut

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La nueva y esperadísima película de Carlos Vermut tras la Concha de Oro de Magical Girl llegaba a San Sebastián con un hype por encima de sus posibilidades como una de las apuestas indiscutibles de la Sección Oficial de este año. Y una vez despejada la incógnita se puede decir que Quién te cantará supone un paso sólido en la carrera de Carlos Vermut aunque en ese paso se ha dejado parte de la originalidad de su anterior película. Planteada como juego de espejos vampírico entre una cantante de éxito (Najwa Nimri) y una fan (Eva Llorach), la nómina de influencias es larga y excelsa: desde Almodóvar a Bergman, pasando por Douglas Sirk o David Lynch.

EL REINO. Rodrigo Sorogoyen

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Una de las claves de la nueva película de Sorogoyen es que consigue desvelar la parte oculta de la omnipresente corrupción entre la clase política española que no vemos en los telediarios. Junto a su guionista, Isabel Peña, ha conseguido dar forma a toda la intrahistoria de sus conversaciones, llamadas de teléfono, reuniones de partido, fiestas en los yates, como son sus casas y chalets, etc logrando reflejar la realidad de un país de forma demoledora a ritmo de música electronica y utilizando el thriller como forma de narración. Por su contundencia, El Reino es una película que debería trascender el ámbito cinematográfico y tener una influencia destacada en una sociedad que percibe la corrupción política y social como uno de sus grandes retos y problemas a solucionar.

ROJO. Benjamín Naishtat

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Triplemente premiada (dirección, actor -Darío Grandinetti- y fotografía) por el Jurado de San Sebastián, Rojo nos traslada hasta una provincia del interior de Argentina en 1975 para reflejar por medio de un magnífico thriller la cenagosa y malsana atmósfera que posibilitó el Golpe de Estado y la llegada de la dictadura militar en 1976. Con una puesta en escena cuidada donde resuenan los ecos del cine del extrañamiento de Lucrecia Martel y Yorgos Lanthimos y una gran fotografía del brasileño Pedro Sotero (Aquarius), Naishtat consigue una narración que logra radiografiar perfectamente la deriva moral de aquella sociedad cuyos ecos todavía resuenan en la actualidad.

Grecia

1_600Karolina Hatalek. 2010

Feltrinelli+Neon Neon

“Senior service”

 

Neon Neon. ”Praxis Makes Perfect”. 2013

 

 

Angela Davis

Angela Davis

“Mujeres, raza y clase” (Women, race and class). 1981

Ryoji Ikeda

“data.multiplex”. 2005

 

Opus 3 for string quartet. 2002

 

“data.microhelix”

 

“the transfinite”

 

“datamatics”

 

Ryoji Ikeda

 

 

Sasha Waltz, alterando los espacios y las percepciones

Contaba  el escultor Richard Serra que el origen de toda su obra posterior se basa en “Las Meninas” , obra que analizó siendo estudiante en una catártica y seminal visita al Museo del Prado.

Frente al cuadro, él trataba de situarse y estudiar su composición espacial, y por tanto, su propia posición en relación a los diferentes aspectos de la obra. Miraba y todo tenía un orden aparente, su situación como espectador fuera de la obra era coherente. Pero se vino abajo cuando intentó “ordenar” la parte de Las Meninas donde precisamente se pinta un cuadro y aparece una parte del lienzo. En su “lectura” coherente de la obra de Velázquez este elemento rompe completamente el espacio del cuadro, recolocando al sujeto que mira frente al espacio y, lo que es más importante, frente a su yo personal.

Con Sasha Waltz ocurre algo similar en la danza contemporánea. Considerada el capítulo siguiente a Pina Bausch en la danza alemana más vanguardista, esta hija de arquitecto ha logrado algunos de sus mayores logros en la confluencia, -”diálogos”- de diferentes disciplinas artísticas en espacios arquitectónicos, casi siempre museos.

Con el cuerpo como eje temático primordial realiza una trilogía compuesta por “Körper”, donde investiga la anatomía y la apariencia física del ser humano, la relación de los cuerpos con la arquitectura, la ciencia y la historia. En “S” se acerca al eros y la sexualidad, la sensibilidad y el origen de la vida. En “NoBody” trata la existencia metafísica de la humanidad.

 

 

Un antecedente de “Körper” se presentó en 1999 en el todavía vacío Museo Judío de Berlín de Daniel Libeskind. Diez años más tarde ideó “Dialogue 09″  para la reapertura del Neues Museum, obra de David Chipperfield, y una adaptación de la misma para la inauguración del MAXXI de Roma, obra de Zaha Hadid.

 

 

 

Estas obras, ejecutadas mientras el público transita libremente, producen una resignificación del espacio arquitectónico y también una relación totalmente diferente entre ese ese espacio concreto y el público, que lo percibe alterando a su vez su propia percepción corporal y espacial a través de una confluencia de elementos en un plano de fascinante igualdad.

 

 

El montaje más reconocido de Sasha Waltz y su compañía es “Dido & Eneas”, primera de una ya larga serie de obras basadas en composiciones clásicas donde re-elabora las obras con los mismos conceptos que el resto de sus montajes pero aplicados a espacios tradicionales de exhibición.

 

 

La trayectoria de Sasha Waltz se ha fraguado en espacios como Sophiensaele o Schaubühne am Leniner Platz de Berlín. Pero es en el Radialsystem V,  espacio dirigido por su marido Jochen Sandig, donde se experimentan y aplican a la gestión cultural y a la creación de las diferentes compañías residentes los conceptos que han empleado en el desarrollo de sus obras. Jochen Sandig es uno de los gestores culturales más innovadores y perspicaces de Europa. Su primer gran proyecto cultural fue la ocupación del mítico edifico Tacheles y su conversión en un centro referente y vivo de cultura alternativa en el Berlín más inmediato tras la reunificación alemana. Desde 2006 dirige este espacio cultural privado, una antigua estación de distribución de agua para el riego, enclavado entre los barrios de Friedrichshain, Mitte y Kreuzberg y, que a su vez también, ha alterado la vida cultural de la zona y del resto de la ciudad por sus innovadoras programación cultural con la vista puesta en el ciudadano.

 

Uno de los ejemplos más accesibles para el público y donde mejor se visualizan los conceptos que trabajan sería esta versión de “Las cuatro estaciones”, ideada y coreografiada por Juan Kruz Díaz de Garaio y miembro de la compañía de Sasha Waltz, en conjunción con el resto de compañías residentes en el Radialsystem V.

“Les dretes, l’esquerre i els rics”

De políticas, de cultura…

En 1985 la Generalitat de Catalunya inicia el Pacte Cultural, por el que los políticos establecieron que la cultura debía ser el puente de entendimiento entre izquierdas y derechas. La cultura era destinada a administrar el discurso de la nueva democracia. Unos querían el relato del país, los otros, el relato de la capital. La derecha soñaba con el mito de la sociedad civil; la izquierda con el mito del ciudadano. Y ambas vieron la burguesía como el símbolo de sus anhelos, y de paso, la forma de superar sus antagonismos.

El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona nace oficialmente en 1987 como reflejo de aquella dinámica. Los intereses privados se confundieron con los públicos, secuestrando el debate sobre lo común.

La serie de entrevistas que presenta este documental quiere contar aquel proceso, y dar claves de interpretación sobre las actuales políticas culturales.

Intervienen Oriol Bohigas, Manuel Borja-Villel, Xavier Bru de Sala, María Corral, Josep Miquel Garcia, Daniel Giralt-Miracle, Joan Guitart, Bartomeu Marí, Miquel Molins, José Montilla, Jordi Pujol, Josep Ramoneda, Joan Rigol, Leopoldo Rodés, Gemma Sendra, Pep Subirós.

Este documental es el primero de la serie subhistorias dedicada a explorar las relaciones entre el arte y el poder en Cataluña.

Iniciativa de:
SUB — Societat U de Barcelona
(Una iniciativa sense ànim de lucre)

vía soymenos

 

La luz de James Turrell

Aclamado internacionalmente, James Turrell ha creado, durante más de cuatro décadas, obras que juegan con la percepción y el efecto de la luz dentro de un espacio creado. Su fascinación por la luz está relacionada consigo mismo: la búsqueda interior del lugar del hombre en el universo.

Turrell comenzó su carrera artística en California en la década de 1960 como uno de los líderes de un nuevo grupo de artistas que trabajan con la luz y el espacio. Antiguo piloto de aviación considera el cielo como su lugar de trabajo y en sus búsquedas formales sobre la luz natural se nutre de todo tipo de tradiciones culturales como la de los indios hopi.

“Skyspace” en Kinloch Rannoch (Escocia)

A finales de los sesenta, Turrell trabajó en el Art & Technology Program de la Universidad de California, en colaboración con Los Angeles County Museum, lo que le permitió conocer al psicólogo Edward Wortz, que había estudiado los cambios en la percepción experimentados por astronautas en el espacio exterior. Investigaron ciertas técnicas de privación sensorial, situando a los sujetos en un espacio insonorizado con un campo visual homogéneo, y también emplearon máquinas EEG para medir las variaciones de las ondas cerebrales; estaban interesados en los llamados “ritmos alfa”, ondas cerebrales que se liberaban básicamente cuando el individuo estaba meditando. Por otro lado, en un cuenco semiesférico producían un “velo de luz” uniformemente blanco, el llamado Ganzfeld que será utilizado por Turrell en obras en la que el campo visual es amplio y, a menudo, desorientador, destinado a estimular la conciencia perceptual del espectador.“ (fuente: Descubrir el Arte)

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Su proyecto más conocido y ambicioso es “Roden Crater” que realiza desde 1974 en el cráter de un volcán inactivo en el desierto de Pintado, en el norte de Arizona. Con esta idea trata de unir a las personas con los fenómenos celestes de los planetas, las estrellas y las galaxias lejanas y continuar la tradición de las culturas y civilizaciones que a lo largo de la historia han mirado al cielo.

 

“Second wind” es la única obra de Turrell que podemos experimentar en España y la mayor de las realizadas en Europa. Está situada en la Fundación Montenmedio de Vejer de la Frontera (Cádiz).

 

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Lois Patiño + Carla Andrade. 4 Coordenadas del paisaje

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Una persona frente a la inmesidad de la nieve, de una montaña o el mar o una cascada. Un grupo de esquiadores que se deslizan por esa inmesidad blanca. La luz del norte que cambia y transforma la percepción.

Exposición de Lois Patiño (vídeo) y Carla Andrade (fotografía) en el Centro Cultural de Noáin (Navarra) sobre el paisaje estructurada alderedor de cuatro conceptos (Abstración y Distancia; Contemplación e Instante) en sus diferentes interacciones con el sujeto.

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Paisajes, luz y brumas del norte que establecen una relación desnuda y directa con el espacio, el tiempo. En definitiva con nuestra propia esencia, posicionamiento, percepción y sentimiento.

Espacio/paisaje como mímesis, distorsión y fusión; también asombro y extrañamiento ante la naturaleza y la figura humana.